No
hubiera imaginado empezar a andar en un lugar tan raro como es la explanada de
los Llanos de Alcalá la Real y descubrir asombrosamente este lugar al que me he
encaramado, tantas sorpresas para empezar un ruta que no voy a olvidar en muchísimo
tiempo.
Para
empezar en Los Llanos no hay árboles, los matorrales si existen y si te dedicas
a pasar las manos y a mover las ramitas no pararás de oler “a campo campo”,
tomillo, romero, lavanda, la primera impresión fué ver una extensa planicie sin
árboles pero espectacular, quizás con algún aspecto de haber llegado a la Luna
o al planeta Marte y aún asi todavía quedaban mas sorpresas.
Busco
como volver bajar al centro de Alcalá y el espectáculo visual al fondo es
impresionante, me pregunto varias veces si he venido a visitar Alcalá y conozco
el Centro, la Mota, el Museo en el Palacio Abacial, iglesias, etc., ¿como nunca
se me ha ocurrido subir a este mirador natural y ver lo que veo?, porque si has
venido y no has subido aquí, te falta algo importante por ver de esta
maravillosa ciudad. Sería difícil hablar de la perplejidad con la que te
quedas, no paras de ver auténticas postales de ensueño de una localidad
especial, singular y sin duda alguna hermosísima.
Pero
hay mas, andorretear por el Barrio de las Cruces, serpentear sus primorosas
calles, observar su limpieza, otear las imágenes que te ofrece el horizonte,
sentir quizás la armonía de los moradores del barrio con su propio territorio,
imaginar la complicidad con las autoridades para pasar de ser un barrio que no decía
nada bueno a ver un barrio espectacular, un lugar a visitar que no se puede uno
perder en esta maravillosa localidad.
Podria contar
mas sorpresas para la retina, pero dos motivos me lo impiden, la primera es invitar
a que lo conozca la gente in situ y la segunda es que tengo que iniciar de una
vez por todas mi camino hasta el Nacimiento del Rio San Juan en el término
municipal de Castillo de Locubin.
Tras
abandonar poco a poco Alcalá por sus calles, cojo un camino que me llevará en
primera instancia a la aldea alcalaína de Charilla, mi sorpresa es que el
camino es de esos que se encuentra bien delimitado, bien encauzado, vamos de
esos que sabiendo que ando por tierra que fué de frontera me deja fantasear y
poner mi imaginación a merced de que en cualquier curva o final de repecho me
aparezca alguna escaramuza de soldados musulmanes o de cristianos o porque no,
un rebaño importante de ovejas y cabras, muy normal de esta zona. Conforme ando
me gusta el camino, me sorprende como no muy lejos de donde doy mis pasos, el
aire ha cincelado un paredón natural a mi derecha, y como al fondo aparecen
atalayas o torres vigías de un territorio que lo mismo era cristiano que
musulmán, que lo mismo lo avasallaba un conde que un reyezuelo musulmán, sobre
estas torres y atalayas me decía Vicente Oya que eran “auténticas vigías y
guardianes del camino a través de la noche de los tiempos”, ¡¡¡ hay Don Vicente
cuanta razón ¡!!, siempre estas torres y castellones vigilantes de los caminos.
Conforme
nos acercamos a una de ellas nos sorprende que casi a sus pies surge una
pequeña aldea, se llama Charilla, antes de llegar a un “zig zag” del camino nos
sorprende un rebaño de cabras y ovejas con su pastor, con sus perros ordenando
y mandando y mirándonos con cierto recelo. Llegamos a Charilla, muy limpia y
silenciosa, parada obligatoria ante la Iglesia dedicada a su patrona la Virgen
del Rosario, por aquí me cuenta un paisano del lugar que se vio guerrear a San
Sebastián espada en mano contra los sarracenos, camino despacio y fisgoneo sus
casas, su calles y arriba la Torre de Charilla, donde no hace muchos años unos
niños encontraron un tesoro y asi poco a poco abandono la aldea camino de la
Hoya de Charilla, el camino envuelve, va y viene, siempre o casi siempre
dejándose caer, al frente la torre vigia del Puerto de Castillo de Locubin,
cerca sus cortados y en la lejanía, cortijos y caserios abandonados, lugares
que fueron de trajin de campos y cultivos y que ahora solo tienen recuerdos a
los mayores que por aquí vivieron y lucharon por mantenerlo, mantenerlo para
darle su sustento, para vivir e ir tirando. El campo no cambia, encinas,
quejigos, olivos, cerezos, nogales, almendros, muchos almendros y mientras los
pasos me hacen avanzar en el camino que baja buscando arroyos, ahora secos y un
nacimiento de un rio donde acabar la ruta.
Mientras
caminamos otro rebaño, con su pastor al frente, saludando sorprendido a unos
caminantes, forasteros raros andando ahora por caminos sin gente y es que estamos
en la Sierra Sur, hermosa, imponente, totalmente desconocida menos para sus
paisanos, fuera de las rutas turísticas que la pueden desfigurar. Y asi, rodeando
arroyos, dando vueltas a un camino en un paisaje bravo y silencioso llego a uno
de esos lugares mágicos y míticos de esta Sierra Sur de Jaén, aquí está el
Nacimiento del Rio San Juan, idóneo sitio de visita para quitarse la asfixia de
la ciudad, ver como surgen las pompas de agua del mismísimo suelo, y asi
enamorado del territorio que he andado y del sitio que estoy, me dedico con mis
compañeros a otra de las tareas de un buen caminante y peregrino, interesante tertulia
aderezada con buen pan, buen queso y buen vino para rematar el camino.
BUEN CAMINO.
Jacinto Fuentes Mesa.
Abuelo, contador de historias y peregrino.