20 de Agosto de 2019
Hoy la etapa tiene dos tramos diferenciados, mitad por mitad, el primero el habitual de estos días traseros, campos dorados recién recogidos sus frutos de cebada o trigo y bastantes hectáreas de girasol, que andaban tristes mirando las panochas hacia el suelo.
Entre tierras se iban sucediendo en menos de 12 kilómetros pueblos
pequeños, aparentemente con escasos habitantes, las iglesias como
monumentos más importantes de aquella manera, viejas lo sabemos, pero
muy deterioradas, Tosantos, Villambista, Espinosa del Camino y
finalmente Villafranca de Montes de Oca, pueblos que si tienen algo de
actividad es gracias al paso de peregrinos, el paso de las tres primeras
es efímero, ver las edificaciones casi interrumpen la concentración del
romero que va ensimismado en su andar y concentrado en si mismo, la
lluvia débil persiste y no estorba.
A escasos metros de
Villafranca aparece un mini bosque, una corredoira como las que existen
en Galicia, un arroyo con abundante agua y un puentecito, estos no es ni
más ni menos que un pequeño anticipo de lo que espera al peregrino nada
más pasar la localidad, el paisaje es otro distinto al que hemos traído
estos días, es cierto que hay una subida fuerte al empezar, pero ahora
es un bosque de los de verdad, la niebla busca el hechizo envolviendo
las ramas de los robles el techo del camino, con sus helechos guardando
la intimidad de los duendes y dando al peregrino su momento de paz y de
intimidad sin saber de tiempos y de distancias.
Esos últimos doce
kilómetros acaban en San Juan de Ortega, aquí alrededor de su
enterramiento se masca la tranquilidad, sin ruidos que rompen la paz,
una brújula marca por donde ir, buen lugar para terminar un día redondo
para uno mismo.
Jacinto Fuentes Mesa
Abuelo y peregrino.
Abuelo y peregrino.
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